En las montañas de Colombia existe un pueblo que, por casualidad, fue construido sobre un antiguo cementerio indígena.
Sus habitantes afirman que bajo la tierra existen grandes riquezas. Lo cierto es que la gente tiene sueños extraños: Una niña sueña con un indio de ropajes blancos que señala hacia el suelo.
Un anciano tiene el sueño de una serpiente de oro en el interior de una vasija de barro, que está esperando que el vaya a sacarla.
La mayoría de los habitantes ha visto “las cometas” una efímera estela de fuego que aparece un instante en el cielo para luego caer en el punto exacto donde se encuentra enterrada una riqueza. “Son los gases del oro enterrado” – explican.
Una noche alguien vio unos pollitos amarillos que brillaban en un rincón de su casa, clara señal de la existencia de riquezas bajo el suelo, otra encontró entre la tierra de su patio una ollita de cerámica bellamente elaborada. “Eso es espíritu de los indios” – exclaman.
“El indio está pidiendo que lo desentierren” -interpretan. “Hay guacas encantadas que lo pueden matar a uno” – sentencian.
Todos estos rumores circulan por el pueblo. Se cuenta que hay un inmenso tesoro en las cuevas secretas de una escarpada montaña cercana al pueblo que fueron escondidos allí por los indígenas para librarlo de la voracidad de los conquistadores. Aunque en realidad el oro no se ve por ninguna parte, tan solo un microscópico grano que alguien sacó del río.
Sin embargo parece que han encontrado algo más valioso que el oro: “Lo que nosotros queremos es que no se sigan llevando las riquezas sino que se queden aquí: Nosotros estamos haciendo un museo que queremos enriquecer para que la gente venga a conocer las riquezas que tenemos aquí”
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